lunes, julio 11, 2011

LOCK UP- Necropolis transparent (2011)

Si fuera por intensidad, este disco se llevaría un diez, o un cien, o lo que haga falta. Es tremendo, qué energía, qué contundencia, qué fuerza tan bestial despliegan en los diecisiete temas del disco y qué manera de abrumar al oyente sin darle tiempo a recomponerse. Dicho esto, y hechos los innegables honores, hay que pensar que un disco no sólo consiste en la ejecución, sino también en otras cosas como la propia grabación, la producción, los arreglos o, de forma especial, la composición. En todos esos apartados salvo el último la valoración también es entusiasta, pero sobre esa última excepción cabe decir muchas cosas.

Esto es Grindcore, por supuesto, pero hasta en este estilo hemos asistido a la aparición de grupos que han aportado sangre fresca y nuevos aires, sin bajar ni una milésima parte de brutalidad o incluso aumentándola. LOCK UP van a tiro seguro: se atienen a las convenciones más ortodoxas del género, sacan a relucir su sobradísima experiencia individual y dan a luz un disco aplastante pero demasiado ceñido al manual. Llega un momento en que uno tiene la sensación de que todos los temas consisten en: un riff cualesquiera + un blast acojonante + una voz rabiosa a morir, y listos y a por otro. Y les salen como churros y son una gozada, pero al igual que los churros, en exceso empalagan. Hay muchos pasajes normalitos, entre otros directamente olvidables, es decir, más o menos lo mismo que en sus dos anteriores entregas.

Pongamos por caso “Through the eyes of my shadow self” y su riff inicial, cuya regularidad rítmica hace más evidente lo de “cualquier serie de notas vale como riff”. Entre eso y que está ya cerca del final del disco, es uno de los ejemplos más claros de que LOCK UP se han tirado a lo fácil de forma descarada. Y luego está el asunto de que muchos fragmentos o temas enteros suenan más de la cuenta a NAPALM DEATH -algo habitual en esta formación-, de manera especial “Unseen enemy” entre otros como “Discharge the fear”, tanto que al final uno es inevitable preguntarse si Shane Embury no andará metido en demasiadas movidas como para dar lo mejor de sí mismo en todas ellas. Por último, y rebajando un tanto sus méritos interpretativos, la voz es insufriblemente monótona a lo largo de todo el disco.

Pero claro, entre la promoción, el renombre de la discográfica y la reputación y prestigio de los miembros del grupo, cuesta mucho mirar con actitud crítica el disco y escapar a todo ese cúmulo de apriorismos. Pero si se hace, vemos que sus mayores méritos -colosales sin la menor duda, como queda dicho- son la formidable producción del disco y la brutalidad de la ejecución, pero es una pena que semejante agrupación de musicazos no consiga de una vez por todas crear un álbum verdaderamente antológico.

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