lunes, enero 02, 2012

VISCERAL DISGORGE- Ingesting putridity (2011)

¿Cuántos nombres de grupos empiezan por "Visceral" y cuántos terminan por "Disgorge"? Unos cuantos. El dato concreto es lo de menos, pero sí es significativo que estos cometripas hayan elegido juntar dos partes de nombres tan trillados para dar forma al suyo. ¿Falta de imaginación, intento de ceñirse a los cánones como el que más? Da igual, el caso es que lo que han engendrado es disfrutable al máximo, toda una experiencia adictiva si te va el Slam, nueve temas para gozarla cabeceando y gruñendo como un energúmeno durante tres cuartos de hora. Y puede que "disfrutable" no parezca lo más apropiado para un género tan bestia, pero es la pura verdad. Será brutal, gutural, salvaje, cafre y lo que haga falta, pero sobre todo disfrutable.

Sin embargo, ahí acaba todo el entusiasmo que puede generar este disco, aunque llegar hasta ese punto y merecer tal elogio ya es mucho para cualquier álbum. El estilo es Brutal Slam, como apuntaba antes, pero concebido con toda la ortodoxia imaginable y con la misma autoimpuesta limitación que exhibe el nombre del grupo. Es decir, 100% Slam y nada más que Slam. Compensan la cerrazón estilística con una variedad de riffs llevada también al extremo, tanto que aquí más que "temas" hay riffs. Riffs y más riffs, riffs por un tubo y riffs hasta perder la cuenta.

Los temas son una pura sucesión aleatoria de riffs sin relación entre sí y sin nada que los estructure u organice su aparición. Cada uno podría aparecer en cualquier tema y el resultado sería el mismo, e igualmente los temas podrían empezar o acabar o estar separados en cualquier otro punto y no se notaría la diferencia. Y aquellos que pasan alegremente de partes rápidas a lentas tienen aún menos identidad, punto en el que el primero de todos es una honrosa excepción. Pero por increíble que parezca, al llevar ese planteamiento al límite han convertido su inconveniente en una virtud, porque eso es justo lo que lo hace tan adictivo. En realidad da la sensación de ser un disco eterno, porque por mucho que uno lo oiga siempre acaba siendo como la primera vez, todo es tan efímero que pasa enseguida y dan ganas de volver a oírlo, y siempre aparece algo nuevo (en realidad lo que ocurre es que uno no lo recuerda, pero el efecto es el mismo).

El apartado rítmico también anda un poco limitadito, con un cierto abuso de ritmos regulares y poco aprovechamiento de acentos más marcados o ritmos entrecortados, aunque los dos últimos temas mejoran en este sentido. Por otra parte, parece haber sólo dos tempos, el lento y el rápido, sin más variedad entre uno y otro que la velocidad de la batería. En resumen, un disco objetivamente con pocas virtudes pero con un inusual e inexplicable atractivo.

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