domingo, marzo 24, 2013

EXODUS- Bonded by blood (1985)


Si hablamos de Thrash Metal, de sus comienzos, de los grupos que lo inventaron y de los discos que lo definieron, en lo más alto deberían aparecer 1984, EXODUS y este título fundacional: “Bonded by blood”. Ni siquiera perderé tiempo argumentando por qué fue absurda, históricamente errónea y seguramente hasta mezquina la decisión de excluirles de la lista de “los cuatro grandes”, todos sabemos que se trató de una mera operación comercial y no merece la pena insistir ni dedicarle atención. Para quien no lo sepa, el debut de EXODUS se grabó un año antes de ser editado en la primavera de 1985, pero diversos motivos retrasaron su publicación hasta entonces. Este dato no hace que varíe el momento en que tuvo difusión internacional y masiva influencia, como es lógico, pero sí cambia nuestra percepción del mismo al mirarlo hoy en perspectiva: esto en 1984 era una burrada de disco.

Pero es que también lo era en 1985, y EXODUS se pusieron de un plumazo a la cabeza de un movimiento aún en ciernes y que con ellos adquirió forma, rasgos e identidad completos. “Kill ‘em all” y “Show no mercy”, piedras angulares del género, habían aparecido en 1983, pero pese a podérseles considerar ya como Thrash, aún mantenían una naturaleza híbrida que delataba sus orígenes. Un año después sus autores volvían a la carga con “Ride the lightning” y con un par de EPs, respectivamente; en el primer caso rehusaron depurar la tendencia Thrash -en lo compositivo, no así en el sonido- y en su lugar potenciaron elementos más propios del Heavy (y no me refiero sólo al hecho de incluir una balada, aunque también), lo cual fue ya un primer aviso del drástico viraje que experimentarían a la vuelta de unos años, mientras que en el segundo, SLAYER dieron por fin en el blanco con el inconmensurable “Haunting the chapel”, 100% Thrash, el primer zarpazo brutal de los muchos que darían en discos sucesivos, pero por desgracia sólo un EP de tres temas.

Es decir, el Thrash Metal aún no había consolidado sus características, no existían grupos que compusieran siguiendo sus presupuestos ni discos dotados de un grado absoluto de pureza estilística. En Estados Unidos ANTHRAX, METAL CHURCH, OVERKILL, LÄÄZ ROCKIT, HEXX o ZNÖWHITE, grupos que publican sus debuts ese año, no están haciendo aún Thrash al 100% -y algunos nunca llegarán propiamente a hacerlo-, otro tanto puede decirse de RAZOR y VOÏVOD en Canadá, y en Europa KREATOR y SODOM publican sendos EPs aún primerizos, como lo era también el estreno de LIVING DEATH, pese al innegable carácter de pioneros de todos ellos. Todo estaba en proceso, formándose a gran velocidad, había un magma en ebullición donde las ideas estallaban y en el que las bandas se influían en tiempo real unas a otras. Se estaba creando una escena. Tanto “Ride the lightning” como “Haunting the chapel” aparecieron en agosto de ese año, para entonces EXODUS ya habían acabado de grabar su debut, pero a diferencia de las obras de sus colegas, que sucedían a discos de personalidad aún a medio hacer, “Bonded by blood”, al igual que unos meses después el “We have arrived” de DARK ANGEL, “nació completamente terminado”. Con él lo hacía también la producción discográfica de EXODUS, que de esa forma se convirtieron junto con los aludidos DARK ANGEL en uno de los primeros grupos en haber editado desde sus comienzos discos de auténtico Thrash Metal de principio a fin.

Caso aparte es el de BATHORY, cuyo debut era una colección de temas auténticamente Thrash: el sonido, la voz y la temática van ya en otra dirección, pero la parte compositiva es Thrash sin paliativos, en un estilo que influirá notablemente en la primera corriente europea y con una serie de riffs prototípicos que se verán continuados en discos como el “Endless pain” de KREATOR, a veces con llamativas coincidencias (los pre-estribillos de “In conspiracy with Satan” y “Flag of hate”, por ejemplo). Los grupos alemanes, a diferencia de los americanos, mostraron una adhesión total a los principios del género desde sus inicios, explicable en parte por haber surgido ligeramente después. Pero en Estados Unidos ya estaban METALLICA, SLAYER, DARK ANGEL, EXODUS… esta parece una lista más razonable de cuatro grupos que sí fueron cruciales en el advenimiento del género. Otra cuestión es si después desarrollaron o no carreras largas y fructíferas, o si continuaron siempre practicando el mismo estilo, pero es que en el caso de EXODUS sí se cumplen ambos factores junto al de ser cofundadores del mismo, y son, por tanto, los únicos junto a SLAYER en hacer pleno en todos estos requisitos… Pero en fin, me había prometido no ahondar en el tema ni hurgar en la herida. Creo que queda claro.­­


Aunque pueda parecer una recreación histórica superflua, este largo preámbulo viene bien para apreciar con toda justicia lo que supuso “Bonded by blood” en su momento y para poder admirar su portentosa contribución al Thrash Metal. Que sea bueno o menos bueno desde el punto de vista musical nunca podrá mermar sus méritos inigualables como creador de arquetipos. Pero es que además es bueno. Muy bueno. Tras superar el estado embrionario rastreable en sus Demos, EXODUS emergen aquí con un catálogo de temas impropios de un debut, demostrando una portentosa inventiva, una inspiración en total estado de gracia y una habilidad constructiva verdaderamente ingeniosa. Ferocidad, intensidad, originalidad, ideas propias… qué más se puede pedir. Desde luego, la técnica instrumental no es suprema, pero ni falta que hace, EXODUS no son acróbatas y tampoco aspiran a ello, son una horda de cafres creando un nuevo estilo con el que expresarse, y lo hacen mejor que nadie.

El disco se mueve por completo dentro del Thrash Metal más ortodoxo y en realidad establece sus paradigmas principales, como el diseño de los riffs basados en furiosos rasgueos, la batería a toda velocidad, una voz que claramente ya no canta y un sonido áspero y crudo, despojado de todo refinamiento. La impresión general que transmite es de tosquedad, de rudeza, de violencia inconcebible en un contexto en el que aún reinaba la NWOBHM. Aparte de la velocidad, también instaura el Thrash Metal a medio tiempo que después desarrollarán ampliamente MEGADETH a partir del “Peace sells…”.

Pero aparte de ser un fundador del movimiento, el disco brilla por méritos musicales propios, sobre todo en el apartado rítmico y en la construcción de los riffs: si resulta tan dinámico a pesar de su tosquedad es porque nunca cae en el simplismo. Sus materiales son sencillos, pero el uso de éstos nunca es simplón. Al contrario, EXODUS se muestran de lo más ocurrentes al usar pequeños trucos que convierten en práctica habitual, especialmente haciendo que la batería sea parte integral del diseño de los riffs: acentos, pausas, redobles (“Bonded by blood”, “Metal command”, “Piranha”, etc.), tresillos (“A lesson in violence”, “Piranha”), compases irregulares (“No love”)… En lugar de tirar de virtuosismo instrumental, lo que hacen es sacar todo el provecho posible a sus materias primas a base de maña, con recursos tan fáciles como meter un doble bombo al volver al riff principal en el tema-título, llevar un riff del registro agudo al grave, cambiar de tempo cuando repiten una misma frase, etc. Lo que tienen, poco o mucho, lo usan con gracia y con una agudeza admirable.

Otra virtud del disco es que las distintas partes de cada tema no están enganchadas sin más dando lugar a una ristra sin sentido, sino que se pasa de unas a otras con fluidez, las desarrollan hasta que unas se transforman en otras, y los cambios llegan a través de transiciones que casi siempre resultan naturales. “And then there were none”, “Piranha”, “No love”, “Deliver us to Evil”… los ejemplos son continuos, sobre todo en esas largas secciones centrales en las que les gusta recrearse a partir del tercer tema.

Por último, la voz es un prodigio de rabia, furia y salvajismo, plagada de matices que le sirven para dar salida a toda su violenta expresividad. Ni que decir tiene que todo lo que sea entonar a la vieja usanza ha desaparecido del todo. Los solos incorporan también ese gusto por el puro ruido, a base de fragmentos caóticos, rasgados estridentes y vibratos demenciales, un campo en el que SLAYER acabarán siendo verdaderos especialistas. Los gang-chorus hacen en este disco su primera y generosa aparición, un sello más de identidad y que será imitado por otros grupos cercanos.

Y las letras… qué decir de ese festival de violencia y satanismo mezclados sin mucho sentido pero con la mayor espontaneidad y gracia, hasta el punto de que son capaces de darle la vuelta a un holocausto nuclear en “And then there were none” y hacer que acabe siendo obra de Satanás. Violencia, violencia, violencia, es el monotema constante, asesinatos gratuitos, obsesión por el crimen, “Killing is my business”, “Pleasure to kill”… es todo lo mismo. El otro argumento al que recurren es el culto al Metal, siempre unido a la violencia, y que es la base de los temas “Bonded by blood” (aunque la portada no tenga nada que ver) y “Metal command”, algo en lo que insistirán ampliamente con “Toxic waltz” más adelante.


El disco se abre con el homónimo “Bonded by blood”, caña directa que deja claro desde el segundo número uno tras la intro de qué va esto: velocidad, sonido agresivo, rasgueos de guitarra que configuran un riff alejado del HM, una voz demencial que ladra, gruñe y chilla, y toneladas de violencia. El tema baja de velocidad al llegar al estribillo, algo poco habitual, pero en lugar de perder fuerza consigue todo lo contrario, dejando patente desde el comienzo el poderío arrollador del grupo. Con una asombrosa economía de medios (apenas tres riffs en todo el tema) y una estructura convencional de estrofas / estribillo / solo, “Bonded by blood” no se adentra aún en las complejidades estructurales e instrumentales que implantará el nuevo género, pero sí irrumpe de lleno presentando sus riffs, ritmos y sonido característicos.

“Exodus”, un tema rápido, aunque no ultrasónico, es quizá lo más corrientito de todo el álbum, lo más genérico, pero decir esto en un tiempo en que aún no existían convenciones es ponerlo por las nubes. Aun así, no llega quizá al nivel de inspiración de las demás piezas, pero es violento y directo, bien construido, y está colocado en un punto muy apropiado del disco, cuando aún lo mejor no ha llegado y puede lucirse sin que los verdaderos temazos le hagan sombra.

“And then there were none”, tema con un monstruoso riff, simple pero aplastante, después del segundo estribillo (al que enseguida le varían la velocidad de la batería, uno de los recursos habituales del disco y que repiten, sin ir más lejos, en este mismo tema poco antes de que empiecen los solos de guitarra y de nuevo en el momento justo en que empiezan). El tema, además tiene una estructura de lo más peculiar, porque hasta que llega ese riff no se desvía del modelo clásico de estrofa – pre-estribillo – estribillo, cada una de esas partes con un único riff, pero a partir de entonces comienza una larga sección instrumental, con cambios, solos, etc., que después no desemboca en una nueva entrada de la voz, sino que conduce directamente al final. Toda esa sección, especialmente después del parón que hay antes del tercer minuto -explosión nuclear incluida-, es como un tema instrumental separado del anterior y sin ninguna relación con él, aunque las transiciones entre sus partes son tan suaves que no resulta chocante.

“A lesson in violence”, primer trallazo a toda velocidad del disco, Thrash acelerado e imparable tal como se practica desde entonces. Genial de nuevo la potencia que adquiere el post-estribillo al bajar de repente la velocidad, toda una audacia que en este disco da siempre resultados magníficos y que confirma que los cambios de ritmo son uno de sus mayores aciertos. En la parte central repiten algo parecido a lo del tema anterior, ya que al retomar el riff principal tras los solos, la voz no vuelve y el tema termina ahí mismo, haciendo que su último minuto y medio sea completamente instrumental. Un nuevo himno llega con “Metal command”, por lo demás un tema sencillo, esta vez sin complejidades ni largos desarrollos, que tiene las partes propias de una canción convencional de Heavy Metal y se limita a dejarnos bien claro qué quiere el grupo: “bangers take your stand and obey… the Metal command!!”.

“Piranha”, otro tema duro, conciso, áspero. Comienza con un rítmico riff que luego recuperan en el solo, y de nuevo repiten la estrategia de dejar que el último minuto y medio del tema sea todo instrumental. En “No love” ese lapso llega casi hasta los dos minutos y medio y presenta uno de los fragmentos con más desarrollos y cambios de todo el disco, aunque esta vez la voz reaparece poco antes del final. “Deliver us to evil” es aún más largo aunque acaso no tan complejo, pero tiene la sorprendente particularidad de que las tres estrofas cuentan cada una con un riff distinto y están en un tono diferente, pese a dar la impresión de ser iguales (la tercera, además, lleva a un pre-estribillo diferente a los dos anteriores); el estribillo, esta vez, sube de velocidad para enfatizar su carácter, y les funciona igual de bien que cuando hacían lo contrario.

“Strike of the beast”, cuyo estribillo, por cierto, es idéntico al del “Total death” de KREATOR del mismo año (voz, acordes y casi casi la letra), vuelve a la velocidad de “A lesson in violence” y supone el paradigma de tema Thrash a toda pastilla construido a partir de un riff sencillo, el modelo con el que los citados alemanes, por ejemplo, confeccionaron todos los temas de su debut. De paso refuerza la tendencia a situar este tipo de temas en una posición extrema dentro del disco, que habían empezado a establecer los grupos pioneros, bien al final (“Metal militia”) o al principio (“Evil has no boundaries”), que continuarían ellos mismos en sus ediciones del ’84 y a la que se sumarán también grupos como ANTHRAX (“Deathrider”, “Gung-ho”). En “Strike of the beast” EXODUS recurren a otra argucia simple pero efectiva cuando llegan a la última estrofa y transportan el riff principal a la tesitura grave, donde suena más oscuro y potente, otro ejemplo de cómo sacan tajada de trucos de lo más sencillo pero que saben administrar con maestría. Tratándose de un primer disco, esa maestría les venía del ingenio, de la inspiración, no del aleccionamiento propio de los grupos consagrados y acumulado mediante la experiencia. En su caso era talento en estado puro, un filón de inquietud, ideas y genio creador, un diamante que, a diferencia de sus coetáneos, no estaba en estado bruto, sino pulido, terminado y rematado.

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