viernes, junio 14, 2013

NECROTIC DISGORGEMENT- Documentaries of dementia (2013)

Para empezar, situemos al grupo y quiénes lo forman: el núcleo de NECROTIC DISGORGEMENT es el mismo que el de los REGURGITATION de Ohio que en 1999 publicaron “Tales of necrophilia”, es decir, los guitarristas fundadores -y ocasionales bajistas cuando ha hecho falta- Tony Tipton y Ben Deskins. Éste último dejó REGURGITATION antes de que grabaran en el 2002 la Demo “Clitoraldectomy” (editada luego como MCD por Comatose Music en el 2011), pero se unió de nuevo a su compinche Tipton cuando decidieron resucitar la banda bajo el nuevo nombre NECROTIC DISGORGEMENT, contando de paso con la presencia del batería de la citada demo, Jason Trecazzi. Los tres juntos grabaron para Comatose el debut de la nueva agrupación, “Suffocated in shrinkwrap”, hace la friolera de nueve años, y son los mismos que ahora dan a luz este segundo álbum -con fabulosa portada a cargo de Phlegeton-, tras añadir dos nuevos miembros al bajo y la voz solista.

La continuidad, en principio, es evidente, por los músicos y hasta por el sello discográfico, pero a la hora de la verdad el combo Tipton/Deskins aborda aquí un nuevo giro en su carrera. Ya la Demo del 2002 se había alejado sensiblemente del “Tales of necrophilia”, y después el citado debut de ND continuó su senda estilística basada en la velocidad y la marea de notas cual si de unos SUFFOCATION acelerados se tratara. Ahora, sin embargo, se desmarcan con un Brutal Death americano que incorpora ciertos rasgos melódicos y que levanta el pie del acelerador en varios momentos.

El principio de “Pincushion pussy” parece contradecir esta idea, pero poco después se confirma y, de hecho, el tema avanza por una serie de secciones cada cual más lenta que la anterior, lo que será una técnica frecuente en todo el disco. Por el camino ha aparecido también el primer solo de guitarra, claro, centelleante, bien fraseado y con un regusto muy clásico, otro elemento identificativo del remozado estilo. El propio “Pincushion pussy” incrementa después su uso presentando unas guitarras solistas dobladas con aún mayor impresión de clasicismo. Luego un nuevo solo y llegamos al primer ejemplo de armonía más propia del Death melódico que del Brutal Death, tras ella una nueva frase, un acelerón y el tema concluye habiendo servido como estupenda carta de presentación de los nuevos aires.

Pero por extraño que parezca, el cambio queda neutralizado a partir de entonces, salvo por los solos, que mantienen su orientación neoclásica, y no vuelve a aparecer hasta la segunda mitad de “Icepick ear sodomy”. Al menos nos obsequian con una gran variedad rítmica, una precisión de neurocirujano y unos dobles bombos extraplanetarios. Los temas cortos se suceden uno tras otro, en medio de blasts inalcanzables, continuos cambios de ritmo y riffs que se distancian de la escuela GORGASM presente en aquel “Suffocated in shrinkwrap” para ceder terreno a ideas más concisas. La batería, insisto, es un torbellino y seguramente recae en ella el mayor peso a la hora de crear la poderosa sensación de intensidad que transmite el disco.

“Postmortem fluid evacuation” prescinde de los solos, pero éstos regresan en “Crack whore compost” junto a las guitarras dobladas, los agudos incisivos y los tempos pesados, mientras Trecazzi continúa con su frenesí percusivo en lo que es sin duda uno de los mejores temas. “Anal trauma” resulta igualmente violento, por momentos algo más directo aunque tan inquieto y cambiante como todos los demás. Y llegamos al mencionado “Icepick ear sodomy”: en realidad son dos temas distintos unidos en uno solo de seis minutos, el primero de ellos dentro de la ortodoxia del Brutal americano y el segundo, poco antes de alcanzar el minuto tres, decididamente melódico, en una onda VEHEMENCE pasados de revoluciones, GOD DETHRONED, ARSIS, THE BLACK DAHLIA MURDER o los VITAL REMAINS más grandilocuentes del nuevo milenio, un hito asombroso dentro del conjunto del disco, pero a la vez bastante desconcertante.

De ahí en adelante disminuyen las sorpresas, más allá de los incansables solos, y la velocidad hasta se intensifica. Pero de nuevo en la última “He wears the flesh” vuelven los elementos melódicos y las insinuaciones de querer seguir experimentando, a lo cual contribuye la larga duración del tema. El resultado global es el de una cierta indefinición que les deja casi en tierra de nadie, porque el intento de incorporar nuevos elementos ha sido aislado y no los integran con verdadero convencimiento, con lo cual acaban pareciendo un pegote. Y si le unimos la cantidad de cosas distintas, no siempre bien enlazadas, que han metido en cada tema y el sentido de barullo que esto provoca, el disco en conjunto resulta irregular, aunque sus partes por separado sean atronadoras.

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