domingo, julio 06, 2014

HOLY TERROR- Mind wars (1988)

Esta vez no es un debut, sino un segundo disco, el que elijo para rescatar del olvido, y además un discazo con todas las letras, un indudable tesoro, que si bien es reivindicado por muchos y alabado unánimemente por todos los que lo han oído, no está ni mucho menos a la altura de visibilidad y reconocimiento que se merece. Es solo un año posterior al álbum que le precede, pero la diferencia entre ellos es tan brutal que no me cabe la menor duda al escogerlo, aparte del inmenso afecto y devoción personal que siempre le he profesado (y ya sin entrar en el hecho de que del debut del 87, "Terror and submission", existen dos mezclas distintas). Es uno de tantos discos a cargo de un grupo de Thrash que, en parte por aparecer a finales de los 80, se quedó solo en una promesa. Pero HOLY TERROR eran un grupazo, hay que decirlo con todo orgullo, tenían una potencia tremenda, estilo propio, buenísimos temas, una identidad reconocible a todos los niveles, una formación muy compacta... Sacaron estos dos discos, giraron por Estados Unidos, aparecieron en revistas y fanzines e incluso vinieron dos veces de gira a Europa, pero desgraciadamente se quedaron por el camino justo tras un momento glorioso de inspiración, ejecución y poderío sonoro como fue este "Mind wars" del 88, debido a problemas internos (económicos, organizativos, de drogas, etc.) que forzaron la salida del segundo guitarra, Mike Alvord, y que derivaron en que al año siguiente Kurt Kilfelt, líder y alma de HOLY TERROR, se trasladase de California a Seattle junto con la sección rítmica del grupo. Pero por mucho que fuese el fundador, guitarra solista, principial compositor, productor, co-mezclador y creador del concepto de la portada de este disco, dejar atrás a Alvord, que también componía, y al cantante Keith Deen, que ayudaba con las letras y sobre todo tenía un enfoque vocal personalísimo, fue una pérdida de la que la banda no se recuperó. De haber continuado juntos -y también si los 90 hubieran ofrecido un campo de batalla más propicio para este tipo de formaciones-, quién sabe si habrían alcanzado un estatus muy superior, porque desde luego méritos tenían de sobra.

En varios sitios consideran a HOLY TERROR y a este disco en concreto como Speed Metal, y ciertamente la velocidad, los elementos melódicos y las líneas vocales se corresponden con esa clasificación, mientras que en otros tantos los describen como Thrash, sin especificar más. No me parece esencial ponernos a discutir qué etiqueta se le ajusta mejor, y de hecho puede que tenga tanto de uno como de otro y que de ahí le venga en parte su condición de disco único y su muy marcada personalidad, uno más de los factores que hacen que sea un trabajo arrollador. Kilfelt había estado en AGENT STEEL hasta el verano de 1985, cuando fundó HOLY TERROR, y ese año había grabado y publicado con ellos su debut "Skeptics apocalypse"; por otro lado el primer batería, Jack Schwartz, había hecho lo propio con DARK ANGEL, tomando parte en su debut "We have arrived", también de 1985. Con estos antecedentes estaba claro cómo iban a sonar HOLY TERROR (a pesar de que Schwartz desapareciera de la formación en el 86 sin llegar a editar nada con ellos): a una mezcla de AGENT STEEL, ABATTOIR, SAVAGE GRACE, FLOTSAM AND JETSAM o HEATHEN, cruzado con la agresividad de KREATOR y la actitud de NUCLEAR ASSAULT y amplificado todo a través de una potencia avasalladora. Si se le suma el personal enfoque de las letras, centradas casi por completo en asuntos religiosos pero sin la menor connotación satánica (basta echar un vistazo a los títulos), y una presencia vocal única a cargo de Keith Deen, con un timbre, un registro y una forma de escupir las letras que le diferencian de casi cualquier otro cantante del género, tenemos la fórmula perfecta para explicar por qué HOLY TERROR ocupan un lugar privilegiado en el Metal de finales de los ochenta.

"Mind wars" consta de ocho temas, uno de ellos con tres partes distintas pero unidas, y es un misil, un cañonazo, una estampida detrás de otra. "Judas reward" abre la veda tras unos segundos de intro, a base de velocidad desmadrada, guitarras furiosas, una batería enloquecida y una voz que rabia, ruge, recita y a veces canta, y así todo el disco. Este primer tema tiene una sección central más lenta, técnica que repiten en casi todos, pero aparte del más comedido y rítmico "The immoral wasteland" y más adelante el tema triple, con un montón de pasajes contrastantes, el resto van básicamente a piñón fijo, a veces tan deprisa que dan una cierta sensación de precipitación, un hipnótico vislumbre del caos, como cuando uno se asoma a un precipicio. Es otro más de sus muchos atractivos y otro rasgo que lo distingue del resto de grabaciones que, ya por aquel año, seguían sin contemplaciones la estela del "Reign in blood" y su producción límpida y digital. La grabación de "Mind wars" como tal les llevó cuatro días, y entre eso y luego regrabar algunas pistas, mezclar el álbum y hacer el máster, no llegaron a tres semanas de trabajo, y se nota, además de que no tenían aparatos digitales, solo pedales y efectos analógicos que usaron en directo en la propia grabación. Todo eso se nota, pero para bien, porque el disco suena crudo y vivo y transpira sudor y energía como si fuese el concierto más anfetamínico y cañero al que uno hubiera ido nunca.

Tras el arranque con "Judas reward" viene la concisa, veloz, melódica y pegadiza "Debt of pain", personalmente mi favorita y un tema que tiene esa cualidad furibunda y concentrada que encontraremos más adelante en temas como el "Sex, Murder, Art" de SLAYER en 1994. Le sigue la mencionada "The immoral wasteland", con su marcado ritmillo, y cerrando la cara A tenemos esa pieza en la que supuestamente unen tres temas, pero que en realidad viene a ser una especie de suite, una colección ensartada de fragmentos cada cual con sus propias características y entre los que pasan de uno a otro sin ninguna transición. Precisamente por eso, y porque yo lo tengo en vinilo, nunca he sabido bien dónde empieza exactamente cada uno de los tres temas (ignoro si las varias reediciones en CD los separarán en tres pistas o no), pero ni falta qué hace. La cara B, contra todo pronóstico, es aún más directa y más rápida: "Damned by judges" tiene algunas partes más lentas, pero su tempo básico es veloz, "Do unto others" empieza de forma contundente y pesada, pero cuando empieza a correr no hay quien le pare, especialmente la voz, más acelerada que nunca y de nuevo sirviendo de premonición sonora al Araya de "Dittohead" en 1994, "No resurrection" hace otro tanto y "Christian resistance" cierra con un Keith Deen más desquiciado que nunca y ofreciendo más de lo que hemos encontrado a lo largo de todo el disco: frases inspiradas, estribillos pegadizos, rellenos melódicos, solos fulgurantes y una velocidad de crucero que solo se detiene para coger fuerzas y volver a atacar.

Por desgracia, Deen murió en diciembre del 2012, víctima de un cáncer que se lo llevó en apenas tres meses. Valga esta reseña como humilde y sentido homenaje a su persona, a su aportación y a lo mucho que hizo y dejó grabado en la breve discografía de HOLY TERROR.

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